J. David Rueda Reyes
Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos hemos tenido una
inclinación intrínseca a nuestro ser, que además de ser impulsada por nuestra
curiosidad, busca identificar el proceso mediante el cual, las cosas que nos
rodean y nos intrigan, suceden y bajo qué reglas o parámetros se rigen sus
cambios. Una de las cuestiones que ha generado gran necesidad de conocer el
como sucedió, ha sido la vida y el porqué de su basta diversidad en formas,
funciones y, como no, también de relaciones. En nuestra incesante búsqueda
sobre como actualmente en la tierra existen tantas formas de vida, nos hemos
encontrado con un sin número de dificultades técnicas al momento de crear
grupos biológicos compuestos o formados por la característica en común de los
seres vivos.
No cualquier característica es conveniente para ser utilizada en la clasificación
de los seres vivos, pues se ha encontrado que la diversidad biológica actual,
obedece no solo a las condiciones del medio en el presente, también se deben a
sucesos en el pasado, por tanto, determinar que caracteres son apropiados para
definir las relaciones o separar grupos biológicos resulta ser una decisión muy
compleja. Teniendo en cuenta además que dichos grupos en teoría deben
corresponder con lo que ha sucedido y está sucediendo con cada grupo biológico.
Un primer indicio fueron las características morfológicas, las cuales
eran un principio obvio, sin embargo, no era congruente con otras
características, por ejemplo, al comparar las alas de aves, mamíferos e insectos,
donde las aves son tremendamente diferentes a los insectos, evidencia que, a
pesar de presentar alas, estas no encajan con las demás características, muy
posiblemente debido a las historias evolutivas de cada grupo. Lo anterior es
conocido como homoplasia, donde la
presencia de una característica que a primera vista resulta similares, estas
corresponden a historias evolutivas diferentes, lo que traduce a diferentes
ancestros de los cuales fueron heredadas.
La relación ancestro-descendiente entre grupos de seres vivos, está
basada en la relación presente entre los caracteres que son utilizados para
dicha relación, es decir, el carácter debería poderse rastrear hasta un
ancestro en común, tal como sucede con
la estructura ósea de las extremidades anteriores en vertebrados (Aleta de cetáceos,
alas de aves, brazo de humanos y pata de caninos), cuyo ancestro en común (tetrapomorpha), poseían estructuras óseas
similares, que luego de millones de años derivaron en las extremidades de los
vertebrados actuales. Este tipo de caracteres donde se demuestra su origen en
un ancestro en común y la secuencia de cambios hasta el estado actual del
carácter, es conocido como homología.
En la actualidad se han sumado a los caracteres para realizar
agrupamientos, las secuencias genéticas, las cuales al aportar la información
de los caracteres han abierto nuevas posibilidades para dilucidar incógnitas
sobre relaciones ancestro-descendiente, debido a la posibilidad de acceder
directamente a la información hereditaria. Pero estas no escapan a la
problemática de la homología-homoplasia, ya que, a pesar de que el ADN presenta
secuencias únicas, estas no son ajenas a presentar igual secuencia debido al
azar (mutaciones especificas), por lo que determinar los caracteres para
agrupar, siempre será polémico.
De acuerdo con lo anteriormente planteado, resulta indispensable
conjugar tanto la información genética como la morfológica para concertar o
generar agrupaciones con alta congruencia, que contenga una muy alta
probabilidad o similitud con lo reflejado u observado en la naturaleza.
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